En el vasto lienzo del arte contemporáneo, cada artista elige su paleta, desde los clásicos óleos hasta, sorprendentemente, fluidos y desechos corporales. Recordemos a Duchamp con su famoso «Fountain» o a Manzoni y su «Merda d’artista». Ahora, en esta ecléctica galería, Pamela se une a la lista con su provocadora obra: pinturas hechas con su propia sangre menstrual.
Esta audaz propuesta ha desatado una tormenta de opiniones. Mientras algunos levantan sus copas (o tampones) en señal de aprobación, otros fruncen el ceño o se llevan las manos a la cabeza, quizás pensando en una mancha accidental.
Durante mucho tiempo, la menstruación ha sido el tema que nadie quería ver, oler ni mencionar en voz alta. Desde la adolescencia, a las mujeres se les enseña el arte del disimulo: ocultar productos de higiene femenina como si fueran tesoros prohibidos y sentir vergüenza por el más mínimo «accidente».
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